[Narración/lore] Héroes anónimos

Aún no me persiguen los recuerdos… por la noche no puedo dormir… si hubiera hecho algo distinto… si hubiese sido más rápido… sino hubiera fallado… aún estaría aquí…

Cuando tenía 15 años, fuí a cazar con mi padre y con mi tío, me encantaba cortar con la rutina, hacer algo distinto, interesante, sentir el miedo, el peligro la emoción (la adrenalina)… Pero esa vez no fue como tantas otras. Los leñadores comíamos granos, granos que intercambiábamos a los granjeros por madera, sin embargo el ganado fue siempre del rey. Para probar carne sólo podíamos cazar animales salvajes, pero jabalíes porque todos los ciervos eran del rey. Una vez por mes, en el día de descanso, muy de madrugada íbamos con mi padre y mi tío a cazar vivíamos en la Colina Brillasol, en Luterania Oriental, a 2 horas a pie de viaje, se encontraba el bosque donde buscábamos jabalíes. Estábamos armados con arco y flecha, y jamás nos despegábamos de nuestras hachas de tala. Ese día como tantos otros nos separamos unos metros para hacer un mejor rastrillaje, cuando de la maleza algo se movió, un chillido ensordecedor y una sombra furiosa se abalanzó hacia mí, esa sombra tenía dos colmillos color marfil que eran del tamaño de mi brazo.

Me hice a un lado, mientras grité “aquí” por milímetros me salvé de tan mortal estocada, la bestia salvaje se fue a gran velocidad mientras chillaba con gran intensidad… aún recuerdo ese chillido… no me deja dormir… Mi tío fue el primero en llegar “parece que es uno grande” dijo, cuando ese chillido volvió… ese maldito chillido, era cada vez más fuerte, más intenso, pero de la bestia nada se vió… hasta que… lo ví… a la derecha, salió como un demonio, rápido como un trueno, tensé mi arco y disparé, fallé… fallé, maldición… ¿por qué fallé? sino hubiera fallado…

El jabalí embistió a mi tío, un colmillo le atravesó el vientre, y con su hocico comenzó agitarlo como para sacárselo, mientras él gritaba, le insultaba, no había lamento o queja, sólo insultos e improperios… yo quedé petrificado, no daba crédito a lo que mis ojos veían. Mi padre arribó pronto, lanzó una flecha y dejó a la bestia herida. Mi tío sacó de la bota un pequeño puñal y comenzó apuñalar el cuello del jabalí salvaje. Ambos gritaban, sus sangres se fusionaban, mientras a los ojos se miraban, de un resoplido el animal expiró. Tardamos un tiempo de liberar a mí tío, miré a mi padre, el cerró los ojos… aún lo recuerdo… me dijo “va a morir” pero sin pronunciar palabra… sólo ese gesto fue suficiente. Mí tío estaba en un estado lamentable, tenía un gran agujero en su vientre, de el brotaban sangre a borbotones y materia fecal, su olor era asqueroso, yo lo tomé de la mano lo más fuerte que pude mientras lloraba. Él, con mucha paz, son dos dedos me untó parte de su sangre en mi cara “disfrútalo por mí” me dijo… mientras moría… mientras su sangre se mezclaba con la mierd*… me hizo un chiste… esas fueron sus últimas palabras.

¿Te preguntas si esto fue traumático? Cómo te explico entonces lo que fue volver a casa y hablarle a mí tía y a mi abuela… ¿Cómo olvidar el llanto de mi prima? El lamento desesperado y a los gritos de mí tía. El desmayarse de mí abuela, el consuelo estúpido de mi abuelo “murió honradamente”.

Desde entonces no he podido dormir bien… los recuerdos se transforman en pesadillas que me persiguen…

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Cap 2: El príncipe mendigo.

Mí padre no pasó ese invierno, su vida se volvió vacía, y su cara siempre reflejaba tristeza… de eso murió, murió de tristeza.

Pasaron los años, mis manos se llenaron de cayos por el hacha como todo buen leñador, mi espalda dolorida por los achaques y todos los findes de semana con mi arco practicaba para nunca más errar una flecha.
Un día, mientras meditaba en la zona donde falleció mi tío, escuché un sonido, me subí a lo alto de un árbol, y preparé mi arco. Eran 8 personas, de muy extrañas y sospechosas pintas, rodeaban a un joven y entre ellos había un clérigo. Al crujir la rama en la que estaba, 6 de estos extraños sacaron sus armas, eran 4 con espada, dos con arco, los arqueros tensaron y sin dudarlo lancé una flecha, le di en el pie izquierdo a un arquero, el otro lanzó una flecha la cual fácilmente evadí mientras saltaba al piso lancé mi flecha dándole en el brazo izquierdo, se abalanzaron los espaderos, saqué mi hacha, esquivé un ataque y con el revezo del hacha noquié al primero, le di una patada al segundo, pero el tercero me empujó desarmándome, el cuarto lanzó un ataque que por fortuna erró. Dos me atraparon y el tercero con un grito lanzó una estocada, cerré los ojos y esperé mi final, pero una voz lo detuvo en seco “alto”. “Pero Señor…” replicó el soldado, “es un excelente arquero, si quería hubiera matado a nuestros compañeros… además seis contra uno me parece muy poco caballeroso” “su vida es más importante que cualquier código de honor” respondió el soldado.

  • Buen joven ¿Cómo te llamas?- me dijo el extraño encapuchado del que se le veían rubios cabellos
    -¿ Por qué me has salvado?- le pregunté
    -Por que tu muerte sería injusta. Además como te habrás dado cuenta no soy de esta tierra- los soldados comenzaron a reír, incluso el que había noqueado que ya se había incorporado.
  • Es verdad, no te conozco… He nacido y crecido en esta tierra, jamás te he visto ¿Por qué se ríen?
  • Poco importa… Pero no me has dicho tu nombre.
  • Viewreber
  • Si que me será raro de pronunciar- dijo

Tenía un encanto especial, sus apalabras eran amenas, transmitía paz y serenidad… era sin duda un ser de luz.

-¿Tienes algún lugar donde nos podamos quedar? - preguntó el clérigo

  • No vivo lejos, pero mi cabaña es humilde, sólo soy un leñador
  • Por mí está bien- dijo el encantador hombre
    -¿quién eres? - le pregunté
  • Lamento no poder decirlo, se que no es justo, me has dicho tu nombre. Lo siento, pero algún día lo sabrás…
  • ¿Y a dónde te diriges?
  • A la capilla de Blackrose -dijo el clérigo
  • Pero primero a tu casa, tengo hambre y la noche se asoma. ¿Me invitarás, verdad?
  • Si, claro.

Ese fue hasta el momento el mejor día de mi vida, llegamos a mi casa, comimos, sólo el extraño encapuchado y el clérigo durmieron en la casa y al otro día se fueron. Apenas se despidieron y debajo de la almohada donde durmió aquel tan raro hombre había una bolsa con monedas de oro, tantas como para pagar al menos 10 años de trabajo. Sólo recuerdo que sus palabras fueron “ya verás, volveré”

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Cap 3: El llamado

La guerra civil explotó el Luterania, vecino contra vecino, amigo contra amigo, hermano contra hermano. La peor tragedia y calamidad es una guerra donde conoces perfectamente al enemigo ¿vale la pena el derramamiento de sangre por un regente o un príncipe? No luchamos contra Umar o Silinos, sino entre hermanos, no es una disputa contra Anikka o con los chiflados de Arthetine.

Una noche, mientras me disponía a comer un guiso de legumbres aplaudieron en mi puerta. Era una comisión de varias personas con antorchas, estaban vestidos de azul, soldados leales al príncipe, de entre ellos salió un encapuchado.

  • Me dijeron que aquí vivía un excelente arquero, ¿Lo conoce buen hombre?
  • Vivo yo solo señor
  • Cierto es… aunque pesaba que con mi regalo harías algo… un viaje, una compra… hasta pudiste comprar campos y un título nobiliario.
  • La bolsa sigue en casa, no he gastado nada.
  • Claro que no, eres humilde.
  • ¿Acaso eres…?
  • Thirain me llamo, aunque suelen llamarme “su majestad” -bromió
  • Me refería a si eras aquel encapuchado que…
    -Sí, claro que lo soy. Ahora dime, esto aún es territorio enemigo ¿Te unes a mis filas? Si te niegas lo entenderé, me iré y aunque recupere el trono no tendrás consecuencia alguna. Por mi honor, así lo juro- dijo mientras levantaba la diestra.
  • Tu eres mi señor -dije, mientras puse una rodilla en tierra y agaché la cabeza.
  • Espléndido -dijo- toma tus cosas, nos vamos.
  • ¿A dónde?
  • ¡A la guerra! -dijo con efusividad un soldado.

Las siguientes semanas me la pasé entrenando con la compañía de arqueros

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Cap 4: El asalto

Los pregoneros iban de pueblo en pueblo, de casa en casa a anunciar el siguiente mensaje “En 3 días a los cuarteles, en 3 semanas al frente, en 3 meses ganamos la guerra”. En todos lados niños saludaban a sus padres, quizás y sin saberlo sería la última vez que los vieran… Las esposas lloraban y abrazaban a sus parejas con una mezcla entre tristeza, nostalgia y orgullo de ir a luchar por una causa justa. Las novias a los novios, lamentando no haber nacido en otra época cuando todo era tranquilo, cuando la paz imperaba por el reino.

Nos juntaron en grupos según nuestra habilidad, extracto social, etc. Infantería, arqueros, caballeros y artilleros. Quedé con los arqueros por mi habilidad con el arco, rechacé ser instructor o sargento de compañía, pero ayudaba a otros campesinos a que pudieran empuñar bien el arco.

Fuimos destinados a Yudia, en la cual solo hubo un par de escaramuzas. Principalmente nuestro objetivo era entorpecer y capturar las caravanas de sal y conseguir carne de escorpión para comer. Con la sal se financiaba la campaña militar, nuestra compañía “Prideholme” por fortuna o desgracia no tuvo grandes incidentes.

Sin embargo, y casi como un vaticinio, comenzó la primer gran batalla de la guerra, lo que la historia llamó “la batalla del muro de los héroes”, el sitio al castillo de Luterania. Ambos ejércitos movilizaron todas sus tropas en lo que sería la batalla entre humanos más importante del siglo y que por fin detendría esta estúpid* guerra fratricida. Los soldados talamos estimo más de cinco mil árboles, una cantidad tan abismal que quizás nunca más se recupere, aunque de seguro algún noble aprovechará para plantar o hacer alguna de sus tonteras. Estuvimos durante una semana trabajando intensamente, durmiendo, comiendo o descansando sólo cuando el sol se ocultaba en el horizonte, ya que mantener tamaño ejército no es sencillo ni barato.

Construimos Escalas (escaleras), Torres de asedio, arietes, flechas, escudos y otro tantos parapetos. Las fraguas no descansaron nunca, el ruido del martilleo era constante, con el tiempo te acostumbrabas y podías llegar a dormir.

El día 6 de la cuarta luna llena de primavera, sonó el cuerno de guerra, era aún muy de madrugada, el sol ni cerca se asomaba. Tomamos nuestros equipos y nos preparamos para el asalto definitivo. Yo no se de cuestiones militares, pero escuché al sargento decir que las fuerzas estaban igualadas, pero que se necesitaban 3 atacantes por cada defensor… las cosas no pintaban muy bien. La muerte estaba asegurada… en esos momentos no se piensa en correr, ni en huir, simplemente se acepta el destino mortal de todo ser viviente, yo no tenía novia, ni esposa, ni hijos, podía desaparecer que nadie de mí se acordaría, pero había quienes mucho tenían para perder… pero más se perdía por una deserción o al permitirle al regente usurpador quedarse en el trono.

Una vez más el cuerno de guerra sonó, todos nos pusimos en posición, asaltaríamos la muralla oriental del castillo, perfecta para el ariete. En la compañía de arqueros de Prideholme teníamos una escala, nos rodeaban dos torres de asedio, a izquierda los lanceros de Dyorika, infantería ligera anti caballería. A nuestra derecha la orden de caballeros reales, al mando de lady Ranche, con sus hermosas y resplandecientes armaduras.

Por última vez el cuerno sonó, un caballo brioso marrón pasó por delante nuestro, de derecha a izquierda con el príncipe alentando desde el corcel. Se puso en medio de la formación se desmontó y la orden de ataque fue dada, a la cual, con prisa pero organizados avanzamos a la batalla. Había unas piedras de colores camino a muralla, las había rojas y luego amarillas ¿Qué eran tales cosas? al pasar por las amarillas un estruendo se escuchó desde la muralla, eran las marcas de la artillería enemiga, cañones de clara procedencia Umar hicieron su estruendo, desde kilómetros una bolas de fuego encendidas iluminaban la noche y caían sobre nosotros, algunas a la nada, otras en medio de formación cerrada, era horrible ver aquellos alcanzados por las llamas correr desesperados, el olor de carne humana quemada… es simplemente espantoso… lo recuerdo y hasta puedo sentirlo. La lluvia nada calmaba la brea encendida, y eso que era muy molesta.

Muchas veces me preguntan si conocí aquella persona que salvó a Luterania… al igual que otros solo le pude observar de lejos, se puso en la torre de asedio de los lanceros, a nuestra izquierda, desde allí hizo sonar el tambor de guerra mientras las flechas encendidas del enemigo caían, mientras bolas de fuego de los cañones destrozaban todo a su paso… no se inmutó, estaba con tal nivel de concentración y calma… Teníamos que caminar junto a la torre de asedio a nuestra diestra, la de los caballeros, ellos serían los primeros en llegar y abrir paso, pero a tan solo 10 metros un proyectil de cañón impactó de lleno, prendiéndose fuego, los que estaban dentro murieron calcinados, otros desde la plataforma superior cayeron de más de 20 metros rompiéndose las piernas o muriendo al estrellarse contra el piso, uno a mi lado de hecho muere cuando un caballero se le cae encima. Para colmo la peor parte fue ver a los caballeros de la plataforma lanzarse al vacío al ver que el piso comenzaba a arder.

Este apenas era el comienzo del horror, varias salvas de flechas encendidas llovieron sobre nosotros, era más fácil esquivar el agua que las flechas, no teníamos protección o escudo. La flecha clavada rara vez mata, si está con brea te mata el fuego. Pero aún sin nada, lo que mata es el desangrarte, en casi todos los casos una flecha implica la muerte. Por suerte para los heridos, el padre Armel era un excelso sanador.

Un cañonazo dio de lleno en nuestra compañía, creo que volé 10 metros, todo me dolía, la cabeza me daba vueltas, no entendía que estaba pasando, sentí el olor a quemado de mis compañeros, vi a otro que gritaba porque ya no tenía una pierna, uno prendido fuego se acercó mientras gritaba suplicando mi ayuda, cayó al suelo mientras las llamas lo consumía, me puse en posición fetal a llorar como un niño, mientras veía como el fuego se devoraba al que consideraba mi mejor amigo, un joven de Croconys que esperaba con ansias volver para declararse a la chica que tanto le gustaba.

  • Te necesito firme, soldado- dijo el sargento mientras me abofeteaba, y comenzó a dar intrucciones a los que quedaban con vida.

Un ataque de odio y de ira se apoderó de mí, jamás lastimaría a otra persona, pero si en ese momento mi madre usaba un uniforme rojo, la hubiera estrangulado con mis manos.

  • El valor y la ira son las mejores amigas del soldado, valen más que diez espadas- replicó el sargento con una risa en rostro… risa que no duró mucho porque una flecha le dio en la pierna. Sin embargo no le tumbó, con dolor e insultado nos instruía.

  • Preparen -todos tomamos nuestros arcos y pusimos una flecha- tensen- tensamos el arco- ¡AHORA!- dijo y las flechas volaron al muro enemigo, todas quedaron en el muro, menos la mía que le dio a un rojo.

-Más arriba- dijo el sargento- preparen…- yo tomé flechas y disparé al menos 10 en menos de 10 segundos. Cada una fue a un enemigo distinto.

-per…- quizó decir, pero una flecha le dio en el pecho matándolo inmediatamente.

  • ¿Van a ver lo que hago o van a atacar?, maldita sea - le dije a mis compañeros que me miraban atónitos.

Desde la cima de la muralla, quien salvó Luterania se abría paso, aniquiló compañías enteras sin ayuda y sin siquiera esforzarse. Si el mismo Regulus encarnara, no se si podría realizar tamaña proeza.

  • ¡Escala en posición! -dijo Ranche- mientras los caballeros sobrevivientes tomaban la escala y se unían a lo que quedaba de nuestra compañía- Arquero, mira el torreón de la derecha ¿Crees que puedes acabar con ellos?

  • Enseguida mi lady -dije mientras mataba a unos cuantos

-Perfecto, sube por la escala, arriba ya hay caballeros, tenemos problemas con unos arqueros que nos azotan desde la altura- posó su mano en mi hombro- confío en tí- dijo mientras esbozaba una sonrisa.

Subí por la escala, no era fácil por la lluvia y los restos de sangre de otros que antes intentaron y no pudieron subir. Una vez arriba lancé unas cuantas flechas, mientras escuchaba el ariete haciendo su trabajo, y desde el patio de la fortaleza a quien salvó el reino hacerse paso aniquilando al enemigo. Un grupo de caballeros enemigos nos contraatacó, nos superaban en número, los caballeros lucharon hasta donde pudieron, pero nos sobrepasaron, puede matar a unos cuantos, atacaba y me alejaba hasta que estuve al borde del abismo, encerrado, saqué mi hacha y luché con ella, hasta el cansancio, escuché el sonido del metal de hacha penetrar a la armadura, ver como la sangre salía a borbotones de las heridas, a un par le di con el reverso de mi arma y vi piernas y brazos en posición anti natural, con fracturas y dislocaciones… Al final un garrotazo me dio de lleno en la cien y perdí el conocimiento.

Fue una noche larga, del cansancio dormí lo que creo fueron mil horas, al levantarme con el canto de los pájaros y el sol vi una de las cosas más espantosas de mi vida. Cuerpos de uno y otro bando, la muerte no distingue entre rojos y azules, entre leales y usurpadores. Nosotros, los campesinos, no elegimos en que bando luchar, es simplemente por que zona vives. ¿A cuántas familias dejé sin padre, esposo, hermano, hijo o amigo?

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Cap 5: El día posterior

Al despertar me dolía mucho la cabeza, estaba en la cima del torreón, rodeado de muertos que las moscas comenzaron a posarse, la fría noche y la lluvia dejaron los cuerpos lo suficientemente fríos. Pero con los primeros rayos de la mañana la temperatura comenzó a subir, y olor hizo presencia. Como pude me paré, mire para ambos lados de la muralla y comenzaban las tareas de limpieza, se separaban los cuerpos de uno y otro bando, se saqueaban los objetos de valor (era el pago por esta insalubre labor), se los colocaba a todos juntos y luego de una bendición, se los trasladaba a una fosa común.

Hubo algo que me sorprendió, no se trató a los rojos de forma diferente, trabajaban con nuestros hombres como si fuese uno. Lo único que a los oficiales enemigos se les tomó juramento y los que no querían iban para la cárcel. Con el tirano derrotado el pueblo era uno solo.

Bajé las escaleras, me apersoné, me mandaron al sanador para ver mis heridas. La maza que me golpeó abolló mi casco, y este lastimó mi cuero cabelludo. Tenía mucho dolor en la zona por suerte no me había fracturado. Me dieron para tomar un brebaje, me untaron un ungüento y mastique ciertas hojas de sabor espantoso. Al cabo de unos minutos tuve que ponerme a trabajar para recoger y clasificar a los muertos, y avisar si había algún herido.

Todo ese día estuvimos con los muertos, las semanas posteriores tocó hacer limpieza y refacción de las murallas y el castillo. Estaba feliz de volver a mi elemento, la madera, el poder talar, cortar, pulir, medir y colocar me daba paz en medio de tanta guerra. Anhelaba el volver a mi tranquila vida, pensé que finalizada la guerra civil se terminarían las milicias, no somos soldados profesionales, sino que trabajadores reclutados para el conflicto. Lamentablemente me equivocaba, ahora teníamos un enemigo más peligroso, terrible y despiadado. Uno que no conoce la paz, el negociación ni la piedad… los demonios. En Luterania oriental crecían como las setas.

Ahora había que marchar para el dominio de Borea, allí nuestra próxima batalla nos esperaba.

Cap 6: La defensa inexpugnable

Payasos… ¡ODIO LOS PAYASOS! millones de ellos, payasos demoníacos para colmo. A su paso los pueblos se vuelven locos, incluso las avanzadillas han comentado que los humanos infestados se convierten en payasos. ¿Debemos matarlos o retenerlos hasta buscar una solución? En la guerra no hay momento para debates morales, se hace lo que se debe hacer o se cree lo mejor. Mejor tomar una acción y vivir con sus consecuencias que no tomarla, eso lo tenía claro… pero me hubiera gustado poder salvar a esa gente.

Nos llamaron como refuerzo de las murallas, ahora tocaba defender, ¡ni siquiera han cicatrizado las heridas! Tengo mareos a pesar del tratamiento médico ¿me quedará esta secuela para siempre? Algunos días tengo un fuerte dolor de cabeza que no me deja hacer absolutamente nada. Por suerte ese día me encontraba bien, el día de la batalla en Borea.

Los demonios son millares y muy poderosos… pero carecen de organización y estrategia, actúan como animales, se arrojan sin pensar en tácticas. Se nota que manda el más fuerte, aunque fue muy común ver como unos mataban a sus líderes cuando estaban distraídos para tomar su poder. Son excelente en 1 vs 1, pero en la guerra hay que ser un equipo.

La compañía Prideholme fuimos al muro oriental, a matar a cuanta cosa se moviera, estuvimos ahí por horas, ya me dolía el hombro de lanzar tantas flechas. En un momento un payaso gigante, como de 20 metros vino desde lejos a nuestra posición, nuestra artillería de cañones le atacó pero nada le hizo, cuando estuvo muy cerca, a distancia de su ridículo mazo, tomó impulso para descargar un terrible golpe que sin duda destruiría la muralla, apunté a su ojo y lancé una flecha. La bestia se agitó, dejó caer el mazo matando a un centenar de payasitos demoníacos. El que estaba al lado mío, con el que competíamos a ver cuantos matábamos, me dice “esos de abajo no cuentan” a lo que ambos reímos. Le di al otro ojo y semejante gigante se dio vuelta y salío llorando, aplastando con sus pies a muchos enemigos. Festejamos desde la muralla, pero llamamos mucho la atención, un portal oscuro se hizo a nuestro lado y tuvimos que retroceder por la cantidad de payasos que salían.

Cuando pensamos que todo estaba perdido, nuestra salvación apareció nuevamente. No se que hizo, creo que luchó con el líder de los payasos, la cuestión es que todos se retiraron. No hay duda de que esa persona ha cambiado el rumbo de la historia y que sin su presencia todos estaría perdido, pero las guerras ya sea contra humanos o demonios no se gana con una sola persona, hacen falta muchos héroes anónimos, esos que quizás no tengan un monumento o una lápida bonita, quienes tuvieron que matar y/o enterrar amigos, quienes se vieron en la obligación de tomar armas para defender su reino y casa, aquellos incluso no combatieron como tal, pero te curaron las heridas, te sirvieron un vaso con agua o te dieron una palabra de aliento. Los héroes anónimos están llamados al olvido, sólo los dioses saben su aporte y de seguro en el más allá lo recompensen.

En cuanto a mí, me ofrecieron puestos y demás, lo rechacé todo. Hice uso de la bolsa de oro del príncipe mendigo y me fui a vivir a Pleccia en el mar de Gienah donde me compré una casita y me dediqué a las esculturas en madera. Aún tengo fuertes jaquecas, maldita migraña, y muchas noches no puedo dormir por el recuerdo de los gritos de mi tío o de soldados.

¡Que Regulus bendiga a todos los héroes anónimos!

FIN