Cap 4: El asalto
Los pregoneros iban de pueblo en pueblo, de casa en casa a anunciar el siguiente mensaje “En 3 días a los cuarteles, en 3 semanas al frente, en 3 meses ganamos la guerra”. En todos lados niños saludaban a sus padres, quizás y sin saberlo sería la última vez que los vieran… Las esposas lloraban y abrazaban a sus parejas con una mezcla entre tristeza, nostalgia y orgullo de ir a luchar por una causa justa. Las novias a los novios, lamentando no haber nacido en otra época cuando todo era tranquilo, cuando la paz imperaba por el reino.
Nos juntaron en grupos según nuestra habilidad, extracto social, etc. Infantería, arqueros, caballeros y artilleros. Quedé con los arqueros por mi habilidad con el arco, rechacé ser instructor o sargento de compañía, pero ayudaba a otros campesinos a que pudieran empuñar bien el arco.
Fuimos destinados a Yudia, en la cual solo hubo un par de escaramuzas. Principalmente nuestro objetivo era entorpecer y capturar las caravanas de sal y conseguir carne de escorpión para comer. Con la sal se financiaba la campaña militar, nuestra compañía “Prideholme” por fortuna o desgracia no tuvo grandes incidentes.
Sin embargo, y casi como un vaticinio, comenzó la primer gran batalla de la guerra, lo que la historia llamó “la batalla del muro de los héroes”, el sitio al castillo de Luterania. Ambos ejércitos movilizaron todas sus tropas en lo que sería la batalla entre humanos más importante del siglo y que por fin detendría esta estúpid* guerra fratricida. Los soldados talamos estimo más de cinco mil árboles, una cantidad tan abismal que quizás nunca más se recupere, aunque de seguro algún noble aprovechará para plantar o hacer alguna de sus tonteras. Estuvimos durante una semana trabajando intensamente, durmiendo, comiendo o descansando sólo cuando el sol se ocultaba en el horizonte, ya que mantener tamaño ejército no es sencillo ni barato.
Construimos Escalas (escaleras), Torres de asedio, arietes, flechas, escudos y otro tantos parapetos. Las fraguas no descansaron nunca, el ruido del martilleo era constante, con el tiempo te acostumbrabas y podías llegar a dormir.
El día 6 de la cuarta luna llena de primavera, sonó el cuerno de guerra, era aún muy de madrugada, el sol ni cerca se asomaba. Tomamos nuestros equipos y nos preparamos para el asalto definitivo. Yo no se de cuestiones militares, pero escuché al sargento decir que las fuerzas estaban igualadas, pero que se necesitaban 3 atacantes por cada defensor… las cosas no pintaban muy bien. La muerte estaba asegurada… en esos momentos no se piensa en correr, ni en huir, simplemente se acepta el destino mortal de todo ser viviente, yo no tenía novia, ni esposa, ni hijos, podía desaparecer que nadie de mí se acordaría, pero había quienes mucho tenían para perder… pero más se perdía por una deserción o al permitirle al regente usurpador quedarse en el trono.
Una vez más el cuerno de guerra sonó, todos nos pusimos en posición, asaltaríamos la muralla oriental del castillo, perfecta para el ariete. En la compañía de arqueros de Prideholme teníamos una escala, nos rodeaban dos torres de asedio, a izquierda los lanceros de Dyorika, infantería ligera anti caballería. A nuestra derecha la orden de caballeros reales, al mando de lady Ranche, con sus hermosas y resplandecientes armaduras.
Por última vez el cuerno sonó, un caballo brioso marrón pasó por delante nuestro, de derecha a izquierda con el príncipe alentando desde el corcel. Se puso en medio de la formación se desmontó y la orden de ataque fue dada, a la cual, con prisa pero organizados avanzamos a la batalla. Había unas piedras de colores camino a muralla, las había rojas y luego amarillas ¿Qué eran tales cosas? al pasar por las amarillas un estruendo se escuchó desde la muralla, eran las marcas de la artillería enemiga, cañones de clara procedencia Umar hicieron su estruendo, desde kilómetros una bolas de fuego encendidas iluminaban la noche y caían sobre nosotros, algunas a la nada, otras en medio de formación cerrada, era horrible ver aquellos alcanzados por las llamas correr desesperados, el olor de carne humana quemada… es simplemente espantoso… lo recuerdo y hasta puedo sentirlo. La lluvia nada calmaba la brea encendida, y eso que era muy molesta.
Muchas veces me preguntan si conocí aquella persona que salvó a Luterania… al igual que otros solo le pude observar de lejos, se puso en la torre de asedio de los lanceros, a nuestra izquierda, desde allí hizo sonar el tambor de guerra mientras las flechas encendidas del enemigo caían, mientras bolas de fuego de los cañones destrozaban todo a su paso… no se inmutó, estaba con tal nivel de concentración y calma… Teníamos que caminar junto a la torre de asedio a nuestra diestra, la de los caballeros, ellos serían los primeros en llegar y abrir paso, pero a tan solo 10 metros un proyectil de cañón impactó de lleno, prendiéndose fuego, los que estaban dentro murieron calcinados, otros desde la plataforma superior cayeron de más de 20 metros rompiéndose las piernas o muriendo al estrellarse contra el piso, uno a mi lado de hecho muere cuando un caballero se le cae encima. Para colmo la peor parte fue ver a los caballeros de la plataforma lanzarse al vacío al ver que el piso comenzaba a arder.
Este apenas era el comienzo del horror, varias salvas de flechas encendidas llovieron sobre nosotros, era más fácil esquivar el agua que las flechas, no teníamos protección o escudo. La flecha clavada rara vez mata, si está con brea te mata el fuego. Pero aún sin nada, lo que mata es el desangrarte, en casi todos los casos una flecha implica la muerte. Por suerte para los heridos, el padre Armel era un excelso sanador.
Un cañonazo dio de lleno en nuestra compañía, creo que volé 10 metros, todo me dolía, la cabeza me daba vueltas, no entendía que estaba pasando, sentí el olor a quemado de mis compañeros, vi a otro que gritaba porque ya no tenía una pierna, uno prendido fuego se acercó mientras gritaba suplicando mi ayuda, cayó al suelo mientras las llamas lo consumía, me puse en posición fetal a llorar como un niño, mientras veía como el fuego se devoraba al que consideraba mi mejor amigo, un joven de Croconys que esperaba con ansias volver para declararse a la chica que tanto le gustaba.
- Te necesito firme, soldado- dijo el sargento mientras me abofeteaba, y comenzó a dar intrucciones a los que quedaban con vida.
Un ataque de odio y de ira se apoderó de mí, jamás lastimaría a otra persona, pero si en ese momento mi madre usaba un uniforme rojo, la hubiera estrangulado con mis manos.
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El valor y la ira son las mejores amigas del soldado, valen más que diez espadas- replicó el sargento con una risa en rostro… risa que no duró mucho porque una flecha le dio en la pierna. Sin embargo no le tumbó, con dolor e insultado nos instruía.
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Preparen -todos tomamos nuestros arcos y pusimos una flecha- tensen- tensamos el arco- ¡AHORA!- dijo y las flechas volaron al muro enemigo, todas quedaron en el muro, menos la mía que le dio a un rojo.
-Más arriba- dijo el sargento- preparen…- yo tomé flechas y disparé al menos 10 en menos de 10 segundos. Cada una fue a un enemigo distinto.
-per…- quizó decir, pero una flecha le dio en el pecho matándolo inmediatamente.
- ¿Van a ver lo que hago o van a atacar?, maldita sea - le dije a mis compañeros que me miraban atónitos.
Desde la cima de la muralla, quien salvó Luterania se abría paso, aniquiló compañías enteras sin ayuda y sin siquiera esforzarse. Si el mismo Regulus encarnara, no se si podría realizar tamaña proeza.
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¡Escala en posición! -dijo Ranche- mientras los caballeros sobrevivientes tomaban la escala y se unían a lo que quedaba de nuestra compañía- Arquero, mira el torreón de la derecha ¿Crees que puedes acabar con ellos?
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Enseguida mi lady -dije mientras mataba a unos cuantos
-Perfecto, sube por la escala, arriba ya hay caballeros, tenemos problemas con unos arqueros que nos azotan desde la altura- posó su mano en mi hombro- confío en tí- dijo mientras esbozaba una sonrisa.
Subí por la escala, no era fácil por la lluvia y los restos de sangre de otros que antes intentaron y no pudieron subir. Una vez arriba lancé unas cuantas flechas, mientras escuchaba el ariete haciendo su trabajo, y desde el patio de la fortaleza a quien salvó el reino hacerse paso aniquilando al enemigo. Un grupo de caballeros enemigos nos contraatacó, nos superaban en número, los caballeros lucharon hasta donde pudieron, pero nos sobrepasaron, puede matar a unos cuantos, atacaba y me alejaba hasta que estuve al borde del abismo, encerrado, saqué mi hacha y luché con ella, hasta el cansancio, escuché el sonido del metal de hacha penetrar a la armadura, ver como la sangre salía a borbotones de las heridas, a un par le di con el reverso de mi arma y vi piernas y brazos en posición anti natural, con fracturas y dislocaciones… Al final un garrotazo me dio de lleno en la cien y perdí el conocimiento.
Fue una noche larga, del cansancio dormí lo que creo fueron mil horas, al levantarme con el canto de los pájaros y el sol vi una de las cosas más espantosas de mi vida. Cuerpos de uno y otro bando, la muerte no distingue entre rojos y azules, entre leales y usurpadores. Nosotros, los campesinos, no elegimos en que bando luchar, es simplemente por que zona vives. ¿A cuántas familias dejé sin padre, esposo, hermano, hijo o amigo?